Con una mochila en hombros me dirigí a un centro comercial ubicado en la zona 11 de la capital. En el lugar se encontraban 15 aventureros más, quienes al igual que yo, habían decidido olvidar la pandemia por unos días, abandonar la nueva rutina diaria y salir del estrés. Un minibús nos esperaba para trasladarnos a aquella aventura hacia el norte de Guatemala.
Más de 500 kilómetros recorrimos hasta llegar a nuestro destino final, la antigua ciudad maya conocida como Tikal, resguardada en la selva de Petén. A nuestro arribo, nos esperaba Pablo Najarro, uno de los mejores guías turistas del lugar, quien con su carisma y conocimiento, llamó la atención de aquellos viajeros que estábamos ansiosos de adentrarnos en aquella ciudad maya.
Los aventureros, algunos en pareja, en familia, con amigos o sin ninguna compañía, emprendimos un recorrido de más de cuatro horas. La naturaleza sirvió como una máquina del tiempo, que nos transportó hacia cientos de años atrás, a la antigua civilización maya.
Una caminata entre naturaleza e historia
El Parque Nacional Tikal se encuentra situado en Flores, Petén. Fue establecida su creación el 26 de mayo de 1955, bajo la responsabilidad del Instituto de Antropología e Historia. En 1979, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencias y la Cultura (Unesco).
Esta reserva de la biosfera maya tiene una extensión aproximada de 575 km2, alberga riquezas arqueológicas y templos ceremoniales mayas y está rodeado de un espeso bosque, que brinda hospedaje a diversas especies de flora y fauna.
Un animal muy peculiar nos dio la bienvenida a nuestro ingreso al parque. Era parecido a un mapache, pero su hocico era alargado, su color castaño oscuro y su cola extensa y encorvada de forma vertical. Pablo, nuestro guía, nos explicó que se trataba de un coatí macho, conocido popularmente como un anda solo.
La caminata bajo los árboles continuó, hasta que nos detuvimos frente una ceiba gigante, especie que suele vivir entre 80 a 100 años, luego cae para poder regenerarse nuevamente. Esta especie representó una figura sagrada para los mayas, porque simbolizó el árbol que sostenía al mundo.
Los mayas consideraban que las ramas de una ceiba representaban los 13 cielos del supramundo o mundo de las divinidades, su tronco era el mundo de los vivos y sus raíces simbolizaban el inframundo o mundo de los muertos.
Pirámides mayas resguardadas por la vegetación
Durante más de 800 años esta ciudad maya permaneció oculta entre la selva. Fue hasta 1948, durante una expedición dirigida por Modesto Méndez y Ambrosio Tut, gobernador de Petén, que tuvo lugar su descubrimiento.
Siglos más tarde, comienzan a llegar investigadores a esta ciudad, entre estos Alfred P. Mausdslay, un arqueólogo inglés, quien junto a otros expertos iniciaron a descubrir y recuperar estos vestigios arqueológicos.
Distintos senderos nos acercaban cada vez más a estas enormes construcciones, elaboradas a base de piedra caliza y generalmente pintadas de rojo o azul con la sabia de las plantas y flores.
Por indicación de nuestro guía, hicimos una nueva parada frente a lo que, a simple vista, parecía una montaña de regular tamaño, pero en su interior, se encuentra oculta una de las tantas construcciones mayas.
El complejo Tikal ha sido recuperando tan solo en un 15 por ciento y un 85 por ciento aún se encuentra oculto por la flora. Para recuperar estas edificaciones, las labores de expertos tardarían al menos 10 años para su restauración.
La organización política, social, económica y cultural de los mayas
Previo a ingresar al parque, se ubica un mapa en relieve que, a simple vista, parecieran los planos de un arquitecto, que muestran los espacios de una construcción moderna. Pero, en realidad, son los planos arqueológicos que revelan toda una sociedad organizada de manera política, económica y cultural.
En el área urbana se ubicaban todas aquellas construcciones majestuosas, como la Acrópolis Central y Norte, un complejo de aproximadamente 150 palacios residenciales, donde habitaban los gobernantes de esa antigua ciudad.
La plaza central situada en el corazón de Tikal, estelas y altares ceremoniales que narran la historia de la civilización maya y por supuesto, los esplendorosos templos, que fueron utilizados como santuarios ceremoniales y funerarios.
A los alrededores de estas construcciones, se ubicó el área rural donde habitaban los campesinos en casas elaboradas con material de menor costo y complejidad.
En nuestro recorrido por el área urbana nos acompañó por una familia de monos arañas que se balanceaban sobre las ramas de los árboles, una escena que sin duda cautivó nuestra atención y por supuesto, aprovechamos ese instante especial que nos regaló la naturaleza para tomar fotografías.
Nuestra aventura continuó al escalar algunos de los templos, en donde pudimos observar un hermoso paisaje y sentir por unos instantes el aire fresco, y no podían faltar las selfies del recuerdo.
Una experiencia inolvidable
La emoción era evidente en Romel, sus ojos brillaron y su rostro pintaba una enorme sonrisa. “Calidad” fue su primera palabra, al referirse a esa experiencia que había vivido. No dejaba de impresionarle la forma como fueron elaboradas esas construcciones. Era la primera vez que visitaba Tikal, junto a su esposa, con quien viajó desde Suchitepéquez para vivir uno de los momentos más inolvidables de sus vidas.
Jessica, entendió que los seres humanos tan solo somos una porción de la inmensa naturaleza, pero que tenemos la capacidad de lograr grandes cosas, el mayor ejemplo, fue aquella enorme ciudad maya que sus ojos pudieron contemplar, una civilización en medio de la selva. Su felicidad fue notoria y la compartió con sus amigos Luis, Edwin y Michelle, quienes decidieron que emprenderían más viajes juntos por toda Guatemala.
No podía falta el viajero de pocas palabras, Jonathan, quien decidió emprender este viaje sin ninguna compañía y resumió su aventura en una sola expresión “chilero”.
Y tú, ¿Te atreverías a conocer Tikal? ¿Te apuntarías a revivir esa experiencia?
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